miércoles, 7 de julio de 2010


¿PADECEMOS DE MEMORIA?

Guerras, memoria e historia

Gonzalo Sánchez Gómez

Bogotá, La Carreta Editores E.U., 2ª. Edición, 2006

Reseña realizada por el autor: Mario Bernardo Figueroa Muñoz. Profesor Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura. Universidad Nacional de Colombia.

“Padecemos de memoria”: tres palabras susceptibles de múltiples lecturas. Señalemos algunas de ellas: sin poder olvidar, es la memoria la que nos hace sufrir. Otra: asociado a ese “padecemos de memoria” estaría un “carecemos de memoria”, sufrimos porque carecemos de memoria y entonces, repetimos aquello que un presto recuerdo nos permitiría advertir para evitarlo. El lazo entre memoria e historia aparece aquí con la consabida expresión de que si no conocemos nuestra historia estaremos condenados a repetirla. Una más: está memorizado nuestro padecimiento; tanto, que no somos capaces de inventar siquiera otras formas de malestar; de ahí la repetición.

Muy rápidamente la clínica le señala a Freud que sus pacientes están aquejados de y por la memoria: “la histérica sufre de reminiscencias”, pero, al mismo tiempo, ella le indica que el olvido también alimenta el dolor, “la histérica sufre de lagunas mnémicas”. De la A a la Z, la obra de Freud está atravesada por sus elaboraciones sobre el problema de la memoria. Elaboraciones cuya aparente contradicción encuentra en parte su explicación en el hecho de que el ser humano está dividido. A esta escisión no escapan las sociedades. Lo memorizado en un “lugar”, busca olvidarse en otro. La memoria retorna entonces allí, en bruto, con los consecuentes estragos. Se tejen así múltiples relaciones entre memoria y olvido; cada olvido está edificado sobre un acto de memoria, bien sea el olvido momentáneo que busca escamotear eso que no se quiere recordar, en cuyo caso el olvido no hace más que evocarlo; bien sea el olvido que apacigua, poniendo fin a la repetición, el cual no podrá darse sin una inscripción de lo olvidado, es decir, sin un acto de memoria para olvidar de otra manera distinta a la de la represión, que no tiene otro efecto que el retorno de lo reprimido.

Este horizonte de problemas me es evocado por el libro Guerras, memoria e historia, de Gonzalo Sánchez, con un referente que aparece como un doloroso polo a tierra: el del malestar de la sociedad colombiana con su padecimiento de memoria.

El prefacio del libro ya nos advierte sobre la manera como el investigador está concernido en su investigación, reconocimiento poco frecuente entre los investigadores, incluso entre aquellos de las llamadas ciencias humanas. Confiesa entonces el autor aquello que lo mueve en su indagación: los elementos de su historia personal que, luego de algunos rodeos, después de haber vivido de niño las vicisitudes de la Violencia, terminarán por consagrarlo al estudio de estos temas. Sin escamotear entonces su implicación subjetiva, y con un entusiasmo que logra transmitir al lector, presenta los principales problemas teóricos y prácticos que se establecen entre memoria, olvido, guerras e historia, y que van desde la proscripción de la memoria, la imposición del silencio, con sus nefastos efectos, hasta los abusos de la memoria cuando se impone como un deber que impide desprenderse de ella y empuja, en su nombre, a continuar con el ciclo de las venganzas.

Ausculta también la conflictiva relación entre las memorias pretendidas hegemónicas y aquellas particulares, ligadas a diversos relatos, expresión de una sociedad diversa, no monolítica, así como la relación, las diferencias y pasajes entre la memoria y la historia.

El texto es un esfuerzo de enunciación en torno al “tipo de huellas que marcan nuestra historia nacional” a partir de las siguientes preguntas: “cómo las incorporamos al lenguaje; cómo nos las representamos y condicionan nuestro presente; cómo restituir los heterogéneos fragmentos en una memoria común; qué restricciones imponen hoy a la nuestra los procesos de universalización del ejercicio de memoria; cómo enfrentar a partir de ellas el futuro”, preguntas que no intenta resolver aquí, pero que constituyen un importante avance para cercar el problema, delimitándolo, además, con el propósito de realizar una “arqueología de nuestras guerras”.

Esta última focalización implica también reflexiones sobre las particularidades de esas guerras, desde las que claramente merecen el calificativo de “civiles”, pasando por el terreno aún movedizo de lo que conocemos en nuestra historia como La Violencia, hasta aquellas en las que nos perdemos hoy en día y para las que, desde el gobierno, se ha proscrito siquiera el uso del término “conflicto armado”, asociación que no puede dejar de hacer el lector cuando Gonzalo Sánchez dedica todo un capítulo al problema de cómo nombrar.

La memoria exige en primer lugar un acto de nominación, pide y se apoya en un nombre y en formas particulares de representación. Un mismo hecho, tanto como sus protagonistas, son nominados de maneras diversas por los distintos actores que en él participan, y ese nombre, como lo señala el autor, está ligado a un “rasgo de identidad”, que implica no sólo el nombrarse, sino también el nombrar al otro, reconociéndolo o negándolo, otorgándose una identidad. Una serie de nombres aparecen entonces en nuestra historia: contendores, rebeldes, bandoleros, insurgentes, subversivos, facinerosos, terroristas. “La criminalización como preámbulo a la Pacificación”. El lenguaje, entonces, como una especie de extensión del campo de batalla, con serias consecuencias políticas, que muchas veces no han encontrado otra salida que la de autodenominarse. No sólo se trata de un “duelo en el terreno de los discursos”, como está señalado en el libro, sino que se puede extender la reflexión hasta las posibilidades del otro duelo, el que hay que realizar por los caídos, que de suyo está también inexorablemente atado a la memoria, y que depende así mismo del discurso, de la posibilidad de inscripción del nombre y de la identidad de los muertos, de los grupos de vencedores y vencidos, de sus causas y sus ideales, de sus diferencias. Por esto mismo, como se señala en el texto, las guerras más sucias suelen ser aquellas sin nombre, planteamiento que tiene plena vigencia hoy en día para nuestro conflicto.

El texto afirma no ser de coyuntura y es cierto que la trasciende, pero nos preguntamos si un trabajo dedicado a estos que han sido parte fundamental de los problemas que aquejan a nuestra sociedad desde hace medio siglo, a pesar de lograr un análisis más amplio, no resultará necesariamente coyuntural. Por esto, como ya lo señalamos, muchos de sus tópicos tienen una pesada actualidad, lo que lo hace aún más pertinente ahora.

En estos momentos, en los que en el fragor de la contienda electoral el Presidente candidato busca servirse de la memoria para reactivar antiguos odios y miedos señalando a uno de los aspirantes a la presidencia como fachada camuflada del comunismo; ahora que el país ha visto cómo se ha tramitado la “Ley de justicia y paz”, y que los medios de comunicación denuncian ya el surgimiento de “nuevos” grupos de paramilitares y nuevas amenazas, además de la filtración de estos en distintos organismos del Estado, el análisis que presenta Gonzalo Sánchez no deja de confirmarse al señalar esa tendencia al “pactismo” repetida en nuestra historia, la larga serie de amnistías en las que las negociaciones se sellaron muchas veces entre las élites, dejando al margen a las víctimas, llegando a “acuerdos” para que todo siguiera igual, manteniendo incólumes las causas, sin reparar en ellas. Actos de memoria marcadamente excluyentes.

Para que los acuerdos tengan efectos benéficos en la sociedad, sería indispensable el apoyo en el trípode de “la necesidad de memoria, la necesidad de justicia y la consolidación democrática”, trípode que en nuestra historia ha quedado cojo la mayoría de las veces, pretendiendo terminar las guerras sin resolverlas, buscando un vacuo remedo de memoria, sin efectos de justicia y sin modificar los obstáculos a la democracia. En últimas, sin tocar las causas, fuente de la repetición y del sin sentido, que implica una rutinización tanto del olvido como de la guerra, y, tal como lo señala el autor, una particular experiencia de la temporalidad, en la cual pasado y futuro parecen disolverse en un agobiante presente.

Una pregunta recorre todo este trabajo, aquella que interroga el hecho de que en Colombia la memoria haya sido un “interdit”, un sin sentido difícil de integrar en nuestra historia nacional. A partir del señalamiento del psicoanálisis, según el cual el objeto real de la memoria, aquel innombrable, ese que es refractario a la representación, que hace inenarrable la experiencia, es el que más efectos devastadores tiene sobre los sujetos y sobre las sociedades, me pregunto siguiendo a Gonzalo Sánchez, si la serie de pactos ha dejado intacto ese real –las atrocidades de la guerra, las fuentes de los conflictos– ¿no es ésta la razón para que en esos acuerdos no se produzca un sentido más que puramente evanescente, artificioso, dejando incólumes los efectos traumáticos y las responsabilidades, manteniendo el padecimiento de memoria?

Guerras, memoria e historia llega a su segunda edición, la cual incluye otros dos escritos. El primero a propósito de la presentación de un libro y un video sobre el exterminio de la Unión Patriótica, hechos que aún reclaman esclarecimiento, inscripción y reparación; y otro, “Los psicoanalistas, la guerra y la memoria”, escrito con motivo de la aparición del Nº 4 de la revista Desde el jardín de Freud, dedicado a los temas “Memoria, olvido, perdón, venganza”. Este otro texto del autor presenta sugestivas preguntas y señala todo un horizonte de trabajo interdisciplinario. Aparecen allí elementos que no estaban presentes en la primera edición, en particular sobre lo irrepetible en la memoria, sobre el hecho de que para evitar la repetición no es suficiente la catarsis, es indispensable no sólo recordar, sino una dimensión de acto, verdadero artífice de una transformación terapéutica de los efectos traumáticos. Se vislumbran nexos entre la clínica y la política en temáticas como la de las marcas, la inscripción física del recuerdo, la venganza y la realización de los duelos.

En nuestro medio, en el que a pesar de la apremiante necesidad, la reflexión y los trabajos sobre la memoria son escasos, éste trabajo de Gonzalo Sánchez, fruto de un largo recorrido investigativo, es un acto de responsabilidad y dibuja un amplio panorama que resulta fecundo en el intento de modificar el padecimiento de memoria que aqueja a nuestra sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario