¿PADECEMOS DE MEMORIA?
Guerras, memoria e historia
Bogotá,
Reseña realizada por el autor: Mario Bernardo Figueroa Muñoz. Profesor Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura. Universidad Nacional de Colombia.
“Padecemos de memoria”: tres palabras susceptibles de múltiples lecturas. Señalemos algunas de ellas: sin poder olvidar, es la memoria la que nos hace sufrir. Otra: asociado a ese “padecemos de memoria” estaría un “carecemos de memoria”, sufrimos porque carecemos de memoria y entonces, repetimos aquello que un presto recuerdo nos permitiría advertir para evitarlo. El lazo entre memoria e historia aparece aquí con la consabida expresión de que si no conocemos nuestra historia estaremos condenados a repetirla. Una más: está memorizado nuestro padecimiento; tanto, que no somos capaces de inventar siquiera otras formas de malestar; de ahí la repetición.
Muy rápidamente la clínica le señala a Freud que sus pacientes están aquejados de y por la memoria: “la histérica sufre de reminiscencias”, pero, al mismo tiempo, ella le indica que el olvido también alimenta el dolor, “la histérica sufre de lagunas mnémicas”. De
Este horizonte de problemas me es evocado por el libro Guerras, memoria e historia, de Gonzalo Sánchez, con un referente que aparece como un doloroso polo a tierra: el del malestar de la sociedad colombiana con su padecimiento de memoria.
El prefacio del libro ya nos advierte sobre la manera como el investigador está concernido en su investigación, reconocimiento poco frecuente entre los investigadores, incluso entre aquellos de las llamadas ciencias humanas. Confiesa entonces el autor aquello que lo mueve en su indagación: los elementos de su historia personal que, luego de algunos rodeos, después de haber vivido de niño las vicisitudes de
Ausculta también la conflictiva relación entre las memorias pretendidas hegemónicas y aquellas particulares, ligadas a diversos relatos, expresión de una sociedad diversa, no monolítica, así como la relación, las diferencias y pasajes entre la memoria y la historia.
El texto es un esfuerzo de enunciación en torno al “tipo de huellas que marcan nuestra historia nacional” a partir de las siguientes preguntas: “cómo las incorporamos al lenguaje; cómo nos las representamos y condicionan nuestro presente; cómo restituir los heterogéneos fragmentos en una memoria común; qué restricciones imponen hoy a la nuestra los procesos de universalización del ejercicio de memoria; cómo enfrentar a partir de ellas el futuro”, preguntas que no intenta resolver aquí, pero que constituyen un importante avance para cercar el problema, delimitándolo, además, con el propósito de realizar una “arqueología de nuestras guerras”.
Esta última focalización implica también reflexiones sobre las particularidades de esas guerras, desde las que claramente merecen el calificativo de “civiles”, pasando por el terreno aún movedizo de lo que conocemos en nuestra historia como
La memoria exige en primer lugar un acto de nominación, pide y se apoya en un nombre y en formas particulares de representación. Un mismo hecho, tanto como sus protagonistas, son nominados de maneras diversas por los distintos actores que en él participan, y ese nombre, como lo señala el autor, está ligado a un “rasgo de identidad”, que implica no sólo el nombrarse, sino también el nombrar al otro, reconociéndolo o negándolo, otorgándose una identidad. Una serie de nombres aparecen entonces en nuestra historia: contendores, rebeldes, bandoleros, insurgentes, subversivos, facinerosos, terroristas. “La criminalización como preámbulo a
El texto afirma no ser de coyuntura y es cierto que la trasciende, pero nos preguntamos si un trabajo dedicado a estos que han sido parte fundamental de los problemas que aquejan a nuestra sociedad desde hace medio siglo, a pesar de lograr un análisis más amplio, no resultará necesariamente coyuntural. Por esto, como ya lo señalamos, muchos de sus tópicos tienen una pesada actualidad, lo que lo hace aún más pertinente ahora.
En estos momentos, en los que en el fragor de la contienda electoral el Presidente candidato busca servirse de la memoria para reactivar antiguos odios y miedos señalando a uno de los aspirantes a la presidencia como fachada camuflada del comunismo; ahora que el país ha visto cómo se ha tramitado la “Ley de justicia y paz”, y que los medios de comunicación denuncian ya el surgimiento de “nuevos” grupos de paramilitares y nuevas amenazas, además de la filtración de estos en distintos organismos del Estado, el análisis que presenta Gonzalo Sánchez no deja de confirmarse al señalar esa tendencia al “pactismo” repetida en nuestra historia, la larga serie de amnistías en las que las negociaciones se sellaron muchas veces entre las élites, dejando al margen a las víctimas, llegando a “acuerdos” para que todo siguiera igual, manteniendo incólumes las causas, sin reparar en ellas. Actos de memoria marcadamente excluyentes.
Para que los acuerdos tengan efectos benéficos en la sociedad, sería indispensable el apoyo en el trípode de “la necesidad de memoria, la necesidad de justicia y la consolidación democrática”, trípode que en nuestra historia ha quedado cojo la mayoría de las veces, pretendiendo terminar las guerras sin resolverlas, buscando un vacuo remedo de memoria, sin efectos de justicia y sin modificar los obstáculos a la democracia. En últimas, sin tocar las causas, fuente de la repetición y del sin sentido, que implica una rutinización tanto del olvido como de la guerra, y, tal como lo señala el autor, una particular experiencia de la temporalidad, en la cual pasado y futuro parecen disolverse en un agobiante presente.
Una pregunta recorre todo este trabajo, aquella que interroga el hecho de que en Colombia la memoria haya sido un “interdit”, un sin sentido difícil de integrar en nuestra historia nacional. A partir del señalamiento del psicoanálisis, según el cual el objeto real de la memoria, aquel innombrable, ese que es refractario a la representación, que hace inenarrable la experiencia, es el que más efectos devastadores tiene sobre los sujetos y sobre las sociedades, me pregunto siguiendo a Gonzalo Sánchez, si la serie de pactos ha dejado intacto ese real –las atrocidades de la guerra, las fuentes de los conflictos– ¿no es ésta la razón para que en esos acuerdos no se produzca un sentido más que puramente evanescente, artificioso, dejando incólumes los efectos traumáticos y las responsabilidades, manteniendo el padecimiento de memoria?
Guerras, memoria e historia llega a su segunda edición, la cual incluye otros dos escritos. El primero a propósito de la presentación de un libro y un video sobre el exterminio de
En nuestro medio, en el que a pesar de la apremiante necesidad, la reflexión y los trabajos sobre la memoria son escasos, éste trabajo de Gonzalo Sánchez, fruto de un largo recorrido investigativo, es un acto de responsabilidad y dibuja un amplio panorama que resulta fecundo en el intento de modificar el padecimiento de memoria que aqueja a nuestra sociedad.
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