miércoles, 7 de julio de 2010


La práctica médica en el Ferrocarril de Antioquia, 1875-1930


Libia J. Restrepo


La Carreta Editores, Medellín, 2004, 151 págs.


Antioquia, esta región construida conceptualmente por las ciencias sociales como una forma de representación del despliegue económico y esa cierta autonomía política y cultural con la que se la caracteriza, es puesta de nuevo en la mira de la historia. Sí, de nuevo la historia de Antioquia en juego, pero ahora ya no se trata de la tradicional acción reconstructiva de esos hechos pasados de la clase empresarial que la historiografía oficial ha convertido en elemento de "identidad" de todo un pueblo.

Este libro de Libia Restrepo, ciertamente, desarrolla una temática que concierne a una empresa, pero sin hacer historia empresarial. Una empresa del Estado, quizá la más representativa de ese "espíritu emprendedor" de los "antioqueños" en el siglo XIX y el siglo XX; una empresa moderna, cuya contribución al desarrollo económico, no sólo de la región, sino de todo el país, es indiscutible.

El trabajo de Libia Restrepo está ubicado de otro lado de la "historia empresarial", y constituye en realidad una arqueología de las estrategias de producción y control social; está lejos de esa mirada sobre la acumulación de capital, la constitución empresarial y el éxito económico como factor de enriquecimiento familiar y de progreso local y regional; que no constituyen en ningún momento el propósito de la autora.

La práctica médica en el Ferrocarril de Antioquia de 1875 a 1930 dirige la mirada hacia otra parte. En este trabajo se plantean problemas diferentes de los que comúnmente interesarían al historiador de la economía o de las empresas. Lo que Libia Restrepo pone en juego aquí es el análisis del proceso de formación de la medicina social en Antioquia, y para ello instrumentaliza la experiencia de una empresa que, para garantizar la rentabilidad económica de la inversión, debe ocuparse de manera especial en evitar que los trabajadores mueran, pero también en evitar que éstos enfermen.

En este sentido, el libro de Libia Restrepo, que a buena hora ha publicado La Carreta Editores, se convierte en un aporte sin antecedentes al desarrollo de esas otras historias que son la historia de las ideas, la historia de los saberes y la de ciertas prácticas que los constituyen.

El libro que hoy los lectores especialistas y los no especialistas tenemos la oportunidad de conocer; sintetiza, en sus 151 páginas, un factor de dinámica económica de las empresas, que en este caso cubre a los médicos, el discurso médico y la práctica médica. Son cinco capítulos en los cuales se da cuenta de la construcción del Ferrocarril de Antioquia, de las condiciones de trabajo de los obreros, su procedencia, las dificultades de adaptación a los terrenos de la obra, los problemas de salud que afectaron a los trabajadores y la población vecina, las políticas de salud adoptadas por la empresa y la creación de hospitales como solución médica y sanitaria a la presencia reconocida de enfermedades endémicas y epidémicas en la región del Nus y el Magdalena medio.

Después de hacer una detallada descripción de las condiciones de trabajo en el ferrocarril, la autora dirige la mirada hacia los obreros, se pregunta por su procedencia y los reglamentos de trabajo que hicieron característica esa relación laboral entre obreros, capitanes y directivos de la empresa.

Por este camino, y quizá por ser el Ferrocarril de Antioquia una obra pionera que debió enfrentar condiciones medioambientales muy adversas, que no habían sido dominadas en Colombia entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se hicieron visibles para la historiadora los problemas de salud de los trabajadores de terreno y la necesaria organización de la empresa por remediarlos. La conservación de la mano de obra, siempre activa y rendidora, implicó para la empresa del ferrocarril la ejecución de una política de salud y la implementación de un servicio médico, mediante la organización de un pequeño aparato sanitario permanente, bajo la responsabilidad de un "médico jefe", que debió contrarrestar la cultura del curanderismo, particularmente en el caso de las picaduras de serpientes venenosas, pero también luchar contra los temores culturales a la intervención médica, particularmente contra el miedo a la vacunación. En este sentido, la autora resalta la importancia del departamento médico del Ferrocarril de Antioquia y su influencia en el proceso de la construcción y funcionamiento.

El médico antioqueño que se hizo famoso por ocupar ese importante cargo de jefe de la medicalización en la empresa del Ferrocarril de Antioquia, fue Emiliano Henao. Para este médico, trabajar al servicio de una empresa preocupada fundamentalmente por la capacidad laboral de los obreros, se convirtió en un esfuerzo por hacer compatible la mirada de la empresa con la mirada del médico. A Henao, como médico, le interesaba atender al problema de las enfermedades. Si la empresa contaba a diario el número de obreros disponibles en el trabajo, el médico contaba enfermos y enfermedades, estudiando el origen de éstas y los medios para remediarlas o evitarlas.

Libia Restrepo resalta la importancia del médico Emiliano Henao como jalonador de este proceso, en cuanto fue él quien ideó, justificó y fortaleció, con su saber y experiencia, la consolidación del departamento médico del Ferrocarril de Antioquia. Henao y sus colaboradores son personajes que la autora saca del anonimato, reconociendo en esta historia su contribución médica en la instauración de una nueva forma de apropiación de la higiene personal y colectiva, realizando una labor pedagógica impositiva con los obreros, y colocará a la higiene en una esfera más preventiva y de responsabilidad social.



Reseña presentada por la Biblioteca Luis Ángel Arango en su Boletín Cultural y Bibliográfico

Vol.42 No. 68 año 2005


http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boletin68/boculybi55a.htm


Diccionario del parlache


Los profesores Luz Stella Castañeda y José Ignacio Henao, integrantes del Grupo de Estudios Lingüísticos Regionales, de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, acaban de publicar en La Carreta Editores El diccionario de parlache. Este libro es uno de los resultados de un trabajo que han venido realizando sobre el lenguaje de los jóvenes de los barrios populares de Medellín y de su Área Metropolitana. Empezó con un proyecto de investigación promovido por el cineasta Víctor Gaviria, financiado por Colciencias y por el Comité de Investigaciones de la Universidad de Antioquia, cuyo informe final, titulado El parlache, fue publicado por la Editorial de la misma Universidad (2001).

El diccionario consta de más de 2600 palabras y expresiones, con información sobre la categoría gramatical, clasificación temática y ejemplos tomados de la literatura antioqueña contemporánea, de la prensa, de testimonios, programas de televisión, cine y videos, así como de conversaciones espontáneas. Además se cotejaron con seis diccionarios: el Diccionario de la lengua española (DRAE), dos de argot español, uno de colombianismos, uno de antioqueñismos y uno de lunfardo, por cuanto este último lenguaje ha tenido presencia en Medellín a través del tango.

Este libro debe ser un material de consulta permanente para quienes investigan sobre lenguajes juveniles, cultura de la droga, violencia, las hablas urbanas y en general sobre la marginalidad de las grandes urbes. Por lo anterior, es de utilidad para antropólogos, lingüistas, profesores de lengua, traductores, periodistas, comunicadores y demás personas que tienen contacto con esta variedad dialectal.


Francisco O. Zuluaga Gómez

Director del Grupo de Estudios Lingüísticos Regionales

Profesor de la Maestría en Lingüística, Universidad de Antioquia


Diccionario de Parlache

Luz Stella Castañeda Naranjo, José Ignacio Henao Salazar

Medellín: La Carreta Editores, 2006, 233 p.

EL SENTIDO DE LAS PALABROTAS

Por Luis Carlos Toro Tamayo[1]

Cuando era pequeño me prohibieron la amistad con un amigo porque decía palabrotas. Más adelante, en la secundaría, era yo quien promovía el uso de expresiones prosaicas entre mis compañeros con el ánimo de estrechar lazos. Ya en la universidad, en un ambiente multicultural, las palabras que consideraba comunes comenzaron a adquirir un significado diferente y lo que resultaba divertido en principio se tornó complejo cuando tuve la primera dificultad con uno de mis futuros colegas.

Fue así como lentamente, durante mi proceso de formación como historiador y lingüista, comencé a interesarme por el estudio de la semiosis social, en la que las palabras juegan un papel fundamental. En ese trasegar, tuve la fortuna de encontrarme con dos personajes bastante particulares, los profesores Luz Stella Castañeda y José Ignacio Henao, de la Universidad de Antioquia, quienes se han dedicado al estudio del lenguaje de los jóvenes de los barrios populares de Medellín y de su Área Metropolitana.

Dicho estudio trata de un análisis de las unidades léxicas del parlache, que descubren el sentido o expresión de las palabras, así como su proceso de creación y las transformaciones que adoptan según el contexto en el que sean empleadas. La recopilación de este material deriva de un estudio sociolingüístico titulado El parlache, en el cual se incluyó un glosario de aproximadamente 1500 palabras y expresiones. Pero, ante el auge y uso de este lenguaje se vio la necesidad de elaborar un nuevo estudio, con criterios lexicográficos y lexicológicos modernos, que se presenta en este diccionario, y que incluye más de 2600 palabras, cada una de ellas con información sobre la categoría gramatical, la clasificación temática y el cotejo con seis diccionarios, entre los que se destacan el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), un diccionario de colombianismos, otro de antioqueñismos y uno de lunfardo, por ser este ultimo un legado cultural que nos llegó a través del tango. Además, una de las mayores virtudes con que cuenta el diccionario es la utilización de ejemplos sacados de la literatura, el cine, los diversos medios de comunicación, así como de conversaciones espontáneas, lo que clarifica el significado de cada una de la expresiones y muestra el contexto en el que son empleadas.

Este libro, publicado por La Carreta Editores, sirve como material de consulta para quienes deseen comprender la ideología de una sociedad marginal como la de los jóvenes de las comunas de Medellín, en la que los aspectos socioculturales particulares en los que se desenvuelven configuran nuevas formas de representación, capaces de crear denominaciones diferentes de mundos similares al nuestro, y en las que el código del lenguaje inventado o redefinido les permite incluso la supervivencia en un entorno hostil.

La tarea de comprender al otro es quizá la forma más fácil y mejor de encontrar la solución a los problemas de nuestro país. En este sentido, el esfuerzo que hacen estos dos intelectuales al estudiar el parlache nos acerca a esa idea de dialogo que busca el entendimiento, la tolerancia y la convivencia que necesitamos y que esperamos. Tal vez, la clave está en las palabras mismas, en su poder de comunicar, en su fuerza expresiva, y es quizá esa inquietud inicial con la que encabezo esta reseña la que hoy me permite acercarme a los demás con mayor tranquilidad y respeto, seguro de estar haciendo todo un esfuerzo por comprenderlos, por saber qué piensan, y en últimas, por entender el verdadero sentido que hay detrás de las palabrotas que emplean.




[1] Historiador, Magíster en Lingüística, profesor del Departamento de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín, integrante de los grupos de investigación PHRÓNESIS de la Universidad de Medellín y Comunicación, Periodismo y Sociedad de la Universidad de Antioquia.


Las palabras de la guerra. Un estudio sobre las memorias de las guerras civiles en Colombia

URIBE DE HINCAPIÉ, María Teresa y LÓPEZ LOPERA, Liliana María.

Medellín, La Carreta Histórica, Instituto de estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, Corporación Región, 2006, 514 pp.

Las guerras civiles del siglo XIX, fueron en lo fundamental guerras entre ciudadanos, guerras por la nación y por el estado, que no agotaban en los enfrentamientos armados y directos, en el choque de ejércitos rivales, en la sangre derramada, en el humo de las batallas o en los cadáveres esparcidos por campos y ciudades. En este texto se analizan las tres primeras guerras civiles del siglo XIX colombiano, aquellas ocurridas entre 1839 y 1854, en un contrapunto creativo entre los contextos históricos o tramas cronológicas y lógicas de lo acontecido y las maneras de narrarlas, contarlas a otros, interpretarlas o resignificarlas. Las autoras rescatan el poder creativo del lenguaje y su capacidad para producir sentidos nuevos, imágenes evocadas, formas de nombrar ocultar o desplazar realidades. A través del lenguaje no sólo se hace imaginable la nación y aprehensible el estado, sino que se induce a los públicos a actuar en consecuencia pues, como diría Mark Jonson, las metáforas y la palabras también pueden matar.

Historia Crítica No. 31, Bogotá, enero-junio 2006, pp.213-214


Álvaro Uribe o el neopopulismo en Colombia



Autor: JUAN MANUEL LÓPEZ CABALLERO


Un libro que recomiendo (y algo más)
Las tres razones fundamentales por las cuales se caerá la reelección presidencial. Un libro sobre el neopopulismo colombiano.


Esta es la clase de libro que hubiera deseado escribir, y al no ser mío no tengo por qué tener recato al recomendarlo. Les sugiero a mis lectores la obra Álvaro Uribe o el neopopulismo en Colombia, de la profesora Cristina de la Torre. La autora es docente e investigadora de la Universidad Externado de Colombia y el trabajo se inserta en el esquema de esa entidad y de todas las universidades serias del mundo, donde los catedráticos producen publicaciones que aportan o desarrollan algo en la rama que enseñan.

En el contexto de su especialidad, la ciencia política, se había dedicado a lo que más ha caracterizado la actualidad latinoamericana, siguiendo desde hace más de una década la evolución de los modelos de gobierno del subcontinente. Naturalmente es un interés compartido por estudiosos y politólogos de varias partes del mundo, por lo cual no era solo una investigación sobre una persona, sino enfocada científicamente para ubicarla como un sistema referencial no dependiente de casos particulares.

La aparición de gobernantes como Menem, Bucaram, Collor de Melo, Chávez o Fujimori generó toda clase de preguntas en relación con lo que estaba pasando en los respectivos países -y en Suramérica en general-, pero también con respecto a las características comunes o la tipificación que se podía dar a esos procesos y a sus sistemas resultantes: por un lado, la coincidencia de algunos elementos como la implantación del 'modelo neoliberal' o 'Consenso de Washington' y el efecto de la 'globalización' y la intervención del FMI era obvia, pero sin ser igual de clara la relación causa-efecto que vincula lo uno y lo otro; y por otro, lo que aparece como particularidades de cada caso invitaba a buscarles raíces similares que permitieran dar una explicación teórica a esa realidad que se repetía y reproducía.

Para bien o para mal de este trabajo, la emergencia de Álvaro Uribe vino a desplazar a Fujimori, quien hasta entonces había sido el paradigma de este sistema de hacer política y de gobernar. Así se cruzó el análisis abstracto con el caso concreto, dándonos lo que en principio, respecto a lo que estamos viviendo, debe ser visto como una interpretación y una perspectiva más de carácter científico que de compromiso político. Según lo presenta el colombianista Pierre Gilhodes, "este trabajo se refiere a un gobierno en pleno desarrollo, no pretende ser exhaustivo pero constituye una aproximación para un necesario debate intelectual. No se sitúa en el terreno de la lucha política aun cuando le aporta".

Como la autora lo advierte, es justo aclarar que es apenas un borrador, una parte de un proyecto de mayor alcance que nace algo prematuramente por el propósito de contribuir a la comprensión del momento que vivimos; el material por su naturaleza es denso, y su valor como ensayo es por el contenido y la oportunidad más que como obra literaria.

Pero justamente es la oportunidad de reflexionar sobre la marcha (tanto de los acontecimientos como de la construcción de la explicación científica) lo que aporta un valor agregado a la obra.

Porque, por mucho esfuerzo que hagamos por mirar desde la distancia nuestra realidad, estamos atrapados en ella; al punto de que me siento obligado a poner pies en tierra volviendo al tema de actualidad.

Parece que por fin saldremos de la interinidad constitucional en la que nos sumergió el proyecto de reelegir al presidente Uribe, porque esa es la escueta verdad.

Habrá que esperar hasta que salga humo blanco de lo que se ha dado en llamar el cónclave de la Corte en pleno. Como alguien mencionara, ya terminaron los 'retiros espirituales' en que cada uno de los Magistrados buscó en su interior la inspiración del Espíritu Santo. Tres razones sustentan el sentido probable del fallo, al cual con infortunadas declaraciones se adelantaron el ministro Pretelt y el senador Ramírez.

La primera, la más precisa y menos discutible, los vicios en el trámite del Acto Legislativo. Es claro que uno de los 8 debates que la Carta contempla no se dio, y que además se votó directamente la conciliación sin siquiera dar lectura a su texto, y mucho menos permitiendo consideraciones al respecto. Esta es una causal insubsanable de inconstitucionalidad, y la presentación del gobierno (según la cual hubo tantos discursos, tanto tiempo de debates, o tantos millones de palabras alrededor del tema) no corrige nada, puesto que el llamado control rígido de forma que la Corte ejerce es para que se dé estricto cumplimiento a la norma procedimental, e intentar sustituir esto con otros argumentos lo único que hace es confirmar esa falla.

Los principios de ética política son otro aspecto. Condiciones de vicio se dan no solo ante lo que prescriben las normas, sino en cualquier relación humana al cambiar las reglas en la mitad del juego o al hacerlo desde el poder en favor propio (legislando para uno mismo y contrariando el principio de que la ley debe ser general y aplicable a futuro); o al comprar conciencias destinando recursos públicos a satisfacer exigencias del electorado de quien cambia su voto (caso Yidis); o cuando artificiosamente se desconoce un conflicto de intereses, votando en casos de impedimentos idénticos al que a uno lo afecta. Son estos vicios de procedimiento más graves que aquellos de simple trámite puesto que sientan precedentes de descomposición que van más allá del caso mismo.


Por último, aunque en derecho cuando hay una causal de nulidad no es necesario estudiar otras, sería de esperar un pronunciamiento respecto a la competencia del Congreso en materia de Reformas Constitucionales. Ya se ha establecido que
la Corte valida una reforma cuando se mantienen los elementos fundamentales de la Carta vigente pero no cuando los sustituye. En este caso, tanto en lo relacionado con otorgar al Presidente posibilidades que hoy no están contempladas, como con delegar en el Consejo de Estado atribuciones ajenas a su órbita, se está alterando lo que es la doctrina política y la estructura de la Constitución, ya que ellas giran alrededor de la división de poderes y los controles que la garantizan; el punto no es la profundidad del cambio (cuánto se modifica el poder presidencial o el de la justicia administrativa), sino si uno de los poderes (el Congreso) puede imponer cambios a la distribución que establece el Estatuto Superior, o sea, si tiene una posición de poder sobre los otros poderes.

El contraargumento, político y no jurídico, es que las encuestas señalan que la ciudadanía respalda mayoritariamente la reelección del doctor Uribe, argumento que nos saca del propósito de los Actos Legislativos, puesto que la reforma deja de ser el fin para convertirse solo en un medio, y del esquema democrático que nos rige, al proponernos un régimen plebiscitario en el que por su naturaleza no se tramitan estas reformas en el Congreso. La máxima de 'el pueblo es soberano' con la que se pretende legitimar las falencias jurídicas del Acto Legislativo se aplica pero al revés: el constituyente expidió una Constitución y creó una Corte para que velara por su integridad; si se apela al poder del 'pueblo soberano', solo él puede sustituir esa Constitución o relevar a esa Corte de ese deber.


http://www.dinero.com/edicion-impresa/columnistas/libro-recomiendo-algo_22073.aspx

Revista Dinero Nº 239 - septiembre 30 de 2005


Médicos y comadronas o el arte de los partos. La ginecología y la obstetricia en Antioquia. 1870-1930,

RESTREPO, Libia J.,

Medellín, La Carreta Editores, 2006, 182 pp.

Este trabajo –ganador en el año 2003 del premio IDEA a la investigación histórica en Antioquia- muestra la complejidad del proceso de la instauración de la ginecología y la obstetricia en nuestro medio durante el periodo comprendido entre 1870 hasta 1930. La autora explica este proceso a partir de la implantación local de unos argumentos científicos racionales e ilustrados sobre la fisiología de las mujeres, su anatomía y enfermedades. Muestra también las condiciones de la paulatina medicalización de las mujeres gestantes y parturientas, las rupturas y novedades de la práctica medica durante el nacimiento, mientras hace aparecer un entramado de relaciones en el orden social, jurídico, religioso y moral, para presentar, de manera privilegiada, una figura rara vez estudiada en Colombia: las “comadronas” o “parteras”, y un nuevo objeto en historia: el “dolor de parto”. Aquí, se hace visible lo que no era del dominio público, pero si estaba arraigado de forma estructural en la mentalidad colectiva de las sociedades de la época. Una práctica empírica velada pero reconocida y no exenta de peligros, que planteaba enfrentamientos y resistencias para ceder el “arte de los partos” –un dominio tradicional de mujeres en las penumbras de los cuartos matrimoniales- a una biopolítica interesada en la reproducción del cuerpo social, en las condiciones de la procreación, y en los resultados de los nacimientos de la población.

Historia Crítica No. 31, Bogotá, enero-junio 2006, pp.214


La prensa y el bicentenario

Entre todas las razones para conmemorar el bicentenario de la independencia, hay una que merece especial atención: el nacimiento de la libertad de imprenta y sus libertades asociadas. Este debería ser también el bicentenario del periodismo moderno en Colombia.


Hubo antecedentes desde la edición del Papel periódico, por Manuel del Socorro Rodríguez, en 1791. Sin embargo, como advirte Renán Silva, el desarrollo de la prensa exigía el reconocimiento de las libertades -de expresión, de pensamiento, de comercio-, donde se encuentran "la originalidad" y "los nuevos caminos... para el periodismo después de 1808" (La ilustración en el virreinato de la Nueva Granada, Medellín: La Carreta Editores, 2005).


En este bicentenario sobresalen así las fundaciones de dos periódicos: el Diario político de Santa Fé de Bogotá, que apareció el 27 de agosto de 1810 bajo las orientaciones de José Joaquín Camacho y Francisco José de Caldas; y el Argos americano, que publicaron desde el 17 de septiembre de ese año en Cartagena José Fernández de Madrid y Manuel Rodríguez Torices. Ambos periódicos formaron parte de lo que Silva llamó "prensa de transición", pero cumplieron funciones importantes al "comunicar" ideas y "fijar la opinión pública", señales de modernidad política.


Tanto el Diario como el Argos valoraron desde sus primeras páginas las recién conquistadas libertades. "El Diario político puede mirarse como los anales de nuestra libertad", escribieron Camacho y Caldas en su 'Prospecto', aquel 27 de agosto. En efecto, la palabra "libertad" fue la que se repitió con más frecuencia en este anticipo del Diario. Sus editores expresaban con emoción ingenua: "escribimos en el seno de un pueblo libre, escribimos con libertad". E incitaban a "literatos y sabios" a ¡escribir!, a "escribir para hacernos libre, independientes y felices". Ya no había que temer: "la Patria es libre, libres sois vosotros".

Camacho y Caldas se aventuraron allí a definir la libertad. La distinguieron del "libertinaje" -la falta de "todo freno y todo respeto", la ausencia de obligaciones morales y civiles, la "suma de todos los vicios y de todos los males". En su definición había referencias a la Roma antigua, pero hay en ella tonos muy modernos: "el hombre libre es el que obedece solo a la ley, el que no está sujeto al capricho y a las pasiones de los depositarios del poder. Un pueblo es libre cuando no es el juguete del que manda". Vislumbraban, también ingenuamente, un "siglo de oro" donde el "ciudadano tranquilo en el goce de sus derechos podrá entregarse a las dulzuras de la vida privada".


Las páginas de ambos periódicos son además fuentes indispensable para estudiar los sucesos que condujeron a la independencia. Desde su número 2, a fines de agosto, el Diario comenzó a publicar un relato de los eventos del 20 de julio en Bogotá, donde se puede leer la arenga de Acebedo y Gómez -de obligatoria memorización en mis años escolares-, y se narran momentos de agitada participación popular en los que "las mujeres daban ejemplos a los soldados". En el Argos americano -estudiado en un ensayo de María Teresa Ripoll- se puede seguir también la evolución del sentimiento emancipador, desde el apoyo a la Junta de Sevilla hasta la proclamación de la "independencia absoluta" en Cartagena.


Renán Silva se lamentaba de la poca atención que los historiadores han prestado a la prensa del siglo XIX. Hay estudios excepcionales, como el de David Bushnell. Y deben destacarse investigaciones más recientes, como las de Gilberto Loaiza sobre el Neo-Granadino o de Adriana Días sobre El Telegrama. Sin embargo, el bicentenario tendría que ser la ocasión para motivar mayor interés en la historia aún inexplorada de la prensa. Por su más amplio significado -en sus relaciones con el libro, la opinión pública, las comunicaciones-, la conmemoración de estos 200 años de periodismo moderno debería ser la gran fiesta del mundo editorial colombiano.

Eduardo Posada Carbó



El Tiempo, domingo 14 de enero de 2010


RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Saúl Mauricio.

La influencia de los Estados Unidos en el ejército colombiano, 1951-1959.

Medellín, Colección Ojo de Agua, La Carreta Editores, Universidad Nacional de Colombia, 2006, 145 pp.

En este libro el autor estudia cómo Colombia, un país pequeño y con un ejército modesto en el escenario internacional, se involucró por iniciativa de su dirigencia política en las aventuras militares coordinadas por los Estados Unidos en Corea y la crisis del Canal de Suez. Analiza cómo esas circunstancias repercutieron en la modernización del ejército de Colombia, al seguir las prácticas y usos militares estadounidenses, debido al interés mostrado por los militares nacionales hacia ese sistema militar. De igual modo, se exploran las diferentes vías y los modos por los cuales el modelo militar de los Estados Unidos comenzó su afianzamiento en el ejército colombiano, con la creación unidades militares insignia como la Escuela de Lanceros y la Policía Militar, o asimilando la instrucción militar aplicada en los Estados Unidos. Todo esto no sólo sirvió para cambiar la orientación chileno-prusiana que habían tenido hasta la década de 1950 las fuerzas militares colombianas, sino también para consolidar la alianza entre Colombia y los Estados Unidos.


Historia Crítica No. 31, Bogotá, enero-junio 2006, pp.215


LA INFLUENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN EL EJÉRCITO COLOMBIANO, 1951-1959.

RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, SAÚL MAURICIO.

LA CARRETA EDITORES (2006). MEDELLÍN:


Hay que celebrar que los analistas sociales, en particular los historiadores, se ocupen de investigar los asuntos internos de los militares, ya que el tema es casi desconocido en el mundo académico. Este libro hace parte de las investigaciones que sobre el tema se adelantan últimamente. Esta línea de investigación, argumenta el autor, fue sugerida por Medófilo Medina, quien en 1994 señalaba que los historiadores se centraban en el estudio de la relación entre las fuerzas armadas y el Estado, dejando de lado los problemas de la institución castrense; sugería, entonces, darle prelación al estudio de la infraestructura técnica, la capacidad operativa, la industria militar, los desarrollos y características propias de las fuerzas armadas. Así mismo, nos recuerda el autor, que Adolfo Atehortúa indicaba hace un par de años que el interés por los problemas internos de las fuerzas armadas en Colombia había sido poco preferido por los académicos e insinuaba la necesidad de abordar estos temas.


No tengo duda de que esta temática sea importante y necesaria de investigar, lo que no implica que deba dársele prelación y menos sustituir a los estudios que ubican a los militares y sus instituciones en contextos políticos y sociales, en particular en su relación con el Estado. Si se sustituyen estos estudios, o incluso si hay tal prelación, se puede caer en el olvido de que los militares hacen parte de la esencia del desarrollo del Estado en los últimos siglos, mediante el ideal de lograr el monopolio legítimo del uso de la fuerza, como definió Max Weber al Estado moderno hace un siglo. Si no se tiene este marco como referente permanente en un contexto social determinado, no será posible lograr explicaciones plausibles de los asuntos militares internos, cualesquiera que ellos sean. Saúl aborda este contexto sociopolítico, más que todo porque el tema central lo induce a ello. Sin embargo, al no tener en mente, a lo largo de todo el trabajo, los contextos político y social como común denominador, el libro pierde vuelo en el análisis, lo que no demerita en manera alguna el trabajo de investigación que hizo.


El período escogido por el autor (
1951 a 1959) es un acierto, si se tiene en cuenta el tema de la investigación. Durante esos años se consolida la influencia estadounidense en el Ejército, lo que no es poco sabiendo que esta fuerza militar, además de contar con la mayor parte de los efectivos castrenses, siempre ha dominado la escena de la política militar frente a las otras fuerzas: la Armada y la Fuerza Aérea. No obstante, hubiera sido más acertado que el autor tuviera en cuenta algunas situaciones militares destacadas que acontecieron luego del período del estudio, ya que su referencia le habría servido para calibrar la importancia de los sucesos ocurridos durante el período investigado. No se trata de extender el trabajo, sino de que en la amplia revisión de fuentes del libro están consignados hechos destacados posteriores al período de su investigación, que al tenerlos en mente le hubieran permitido afinar la jerarquía en importancia de factores consignados en el período estudiado. Esta consideración hace parte de la simple y bien conocida definición de la historia: mirar el pasado con los ojos del presente, lo cual es fundamental para trascender el recuento y profundizar en la explicación, que es el objetivo central de cualquier ciencia social.


Además del período escogido, otro punto positivo del trabajo es la riqueza de las fuentes utilizadas, tanto de orden primario como secundario. En este sentido, cumple bien con una de las exigencias de la historia, que es más rigurosa en este aspecto que otras ciencias sociales. Sin embargo, en el manejo de fuentes secundarias que van hasta la actualidad, en especial cuando presentan conclusiones parciales o generalizaciones importantes que han hecho carrera, al investigador le conviene indagar cronológicamente la fuente que les dio origen, con el fin de dar los créditos de manera justa y no asignarlos a quienes han tomado más tarde ideas o conclusiones ya conocidas. Cuando se tiene una gama amplia de fuentes, como es el caso de las que se citan en libro, es posible lograr ese justo y adecuado reconocimiento, si se han revisado bien las fuentes secundarias.


Sin desconocer la importancia del aporte del autor a la difusión de asuntos internos del Ejército en la opinión pública letrada, se observa un tratamiento poco discriminado en términos analíticos de fenómenos de acuerdo con su naturaleza: política, social, económica o técnica. Ello se aprecia en especial en las implicaciones que tienen las relaciones que se establecen entre fenómenos de distinta naturaleza. Al respecto, es necesario recordar la importancia que tiene para el análisis el recurso de la abstracción, es decir, la necesidad de aislar factores que se encuentran entremezclados en la realidad que se observa, con el fin de apreciar mejor la esencia de sus cambios. Pero es necesario, también, que a partir de esta identificación de los fenómenos según su naturaleza, se establezcan luego sus múltiples relaciones, seleccionando para el análisis las que tienen mayor importancia para el objetivo de la explicación que se busca y descartando muchas otras de menor incidencia.


El Capítulo I, "La política exterior militar colombiana en los años cincuenta", muestra de manera acertada la intermitencia que ha tenido la política exterior del país y la aparente contradicción con la continuidad de esta política con respecto a Estados Unidos, incluso en el campo militar. La posición hegemónica de esta potencia en el continente, como caso único en el contexto mundial, explica gran parte de esa continuidad, que no ha sido una política de Estado. Los hechos que destaca el libro en los años cincuenta, y que ayudan a explicar la participación de Colombia en la guerra de Corea y la vigilancia del Canal de Suez, fueron el haber sido miembro fundador de Naciones Unidas y participar en el Consejo de Seguridad de esta organización y en otras de orden multilateral. Un factor adicional fue, como lo indica el autor, el anticomunismo radical de los gobiernos colombianos, que coincidió con el comienzo de la guerra fría, aunque entre los militares esta ideología no fuera aún visible.


Esta importante percepción ideológica está consignada de primera mano en mis primeras publicaciones, ya que tuve la suerte de vivir una experiencia militar directa que fue útil para calibrar la importancia de los acontecimientos castrenses, no sólo en el campo militar sino también en el conjunto de la sociedad. Aun con un conocimiento profundo de los asuntos internos del Ejército, en mi transcurrir investigativo opté por darle prelación al contexto político y social de las instituciones militares y usar como supuestos permanentes tales asuntos, con el fin de tener mayor precisión en las generalizaciones y comprender la dimensión política en países que como Colombia nunca han gozado del monopolio legítimo de la fuerza y han vivido buena parte del tiempo republicano con conflictos armados internos.


El Capítulo II, "Un caso de modernización dependiente: el Ejército de Colombia y el modelo militar estadounidense", muestra la tardía modernización militar en el área latinoamericana, como lo señalé en publicación pionera sobre el tema hace casi cuatro décadas. Aunque esa modernización tuvo el sello inicial prusiano de manera indirecta a través de una misión chilena, hubo influencias de otras latitudes. Pero no fue sino hasta los años cuarenta que comenzó la influencia militar gringa. Este hecho explica parte de la organización híbrida que tiene el Ejército, como es el caso de la existencia de brigadas en lugar de regimientos, como lo afirma el autor. Un aspecto en el que habría que hacer mayor énfasis es en la influencia castrense estadounidense que proporcionó la participación en
la Guerra de Corea. Más que aspectos formales, los oficiales veteranos de Corea que prolongaron su carrera fueron los difusores no tanto de "la amistad con Estados Unidos", como de la importancia ideológica de una profesionalización militar. El prestigio e influencia de tal oficialidad se extendió hasta los años 70. Merece atención especial la importancia del discurso del presidente electo Lleras Camargo en el Teatro Patria, en 1957, pues su influencia ha sido trascendental en términos negativos, como lo indiqué también hace varias décadas. Si bien se entiende el tono del discurso dada la necesidad de mostrar a los militares en plena transición de la Junta Militar el deber de no interferir en la política—copada en esa época por el bipartidismo—, su contrapartida se convirtió en dogma: la no ingerencia civil en los asuntos militares. La irresponsabilidad de la clase política al no asumir luego la dirección de la política militar y la consecuente autonomía castrense en el manejo del orden público han sido la constante en casi todos los gobiernos desde ese momento, con las desastrosas consecuencias que hoy padecemos.


El Capítulo III, "La adscripción del Ejército colombiano al modelo militar estadounidense sobre el terreno", presenta dos ejemplos emblemáticos: la creación de
la Escuela de Lanceros y del primer batallón de policía militar. Pero, con estos acertados ejemplos, el autor se queda corto frente a sus implicaciones en el contexto político y social en que se dieron. La creación de la Escuela de Lanceros fue muy particular, mas no así la de la policía militar, pues este cuerpo es común con sus funciones de policía en la mayoría de los ejércitos. Por otra parte, si bien es cierto que el entrenamiento antiguerrillero fue exclusivo en los primeros años de esa institución, sus prácticas se replican ahora en muchas unidades militares.


En la parte final del Capítulo III, el autor muestra la influencia militar indirecta que representó
la Revista Militar, que sirvió de difusión de escritos castrenses estadounidenses, junto con el uso de reglamentos militares gringos que llenaron un vacío en el contexto del país. Es importante añadir que esta semilla intelectual dio frutos posteriores gracias a la experiencia en la Guerra de Corea, puesto que estimuló la elaboración de reglamentos propios y la importante decisión del general Ruíz Novoa, como comandante del Ejército, de crear lo que llamó la Biblioteca del Ejército, que ha sido uno de los mayores esfuerzos de formación intelectual militar.


Un comentario final sobre el último párrafo de las conclusiones del libro. Pese a las enseñanzas militares de Estados Unidos y a la mejora en la organización del Ejército colombiano, como afirma el autor, la irresponsabilidad política de la clase dirigente, la inercia de la autonomía militar derivada del discurso del presidente Lleras Camargo y la incapacidad de los altos mandos por asimilar la experiencia de la lucha antisubversiva, llevaron al crecimiento y complejidad del conflicto armado que tenemos hoy. Pero, de nuevo, la asesoría y la ayuda militar estadounidense, esta vez mediada por la presión política de ese país, sirvieron para cambiar el dispositivo militar a partir de
1998 a favor de la lucha antiguerrillera. No obstante, la falta de visión política del gobierno actual ha desperdiciado esta herramienta represiva renovada, al dar prioridad a la fuerza sobre la política en la concepción de la seguridad.

Reseña Presentada por el autor Francisco Leal Buitrago, Sociólogo, fundador de la Revista. Actualmente es Profesor Honorario de las universidades Nacional de Colombia y Los Andes

Revista Estudios sociales Nº 25, Diciembre de 2006. pp. 123-124. Universidad de los Andes

http://res.uniandes.edu.co/view.php/286/1.php