miércoles, 7 de julio de 2010


Chicangana-Bayona, Yobenj Aucardo, comp.

Historia, cultura y sociedad colonial siglo XVI-XVIII. Temas, problemas y perspectiva.

Medellín: La Carreta Histórica, 2008, 391 pp.

Reseña realizada por: María Cristina Pérez Pérez

Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín. Pertenece al grupo de investigación “Historia, Trabajo, Sociedad y Cultura” dirigido por el profesor Renzo Ramírez Bacca. Ganadora de la convocatoria “Jóvenes investigadores e innovadores”, Colciencias, 2007.

mariacristinap06@hotmail.com

La historiografía colombiana ha realizado múltiples reflexiones sobre la Colonia desde diferentes aspectos sociales, políticos, económicos y religiosos. Las investigaciones han abarcado tanto las implicaciones de la Conquista, las formas de resistencia de los grupos indígenas, las relaciones entre colonizador y colonizado, como también las ambigüedades del discurso religioso, las formas de esclavitud y la organización de estructuras políticas y económicas locales1. Todo ello, a partir del análisis de discursos y fuentes tradicionales que han enriquecido enormemente nuestros estudios y que son referencia obligada del historiador, pero que no permiten vincular estas problemáticas con otras perspectivas de análisis. Esta preocupación no es nueva en el país; ya varios autores han llamado la atención sobre la necesidad de abordar nuevos documentos históricos y de establecer cierto contacto interdisciplinario con áreas tales como la filosofía, la antropología, la sociología, la economía y la arqueología2. Este objetivo se cumple en el libro titulado “Historia, cultura y sociedad colonial siglo XVI-XVIII. Temas, problemas y perspectivas”, una compilación realizada por Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona de 13 ensayos escritos por historiadores de gran trayectoria y nuevos investigadores que se interesan por estudiar la Colonia; retomando documentos clásicos y utilizando nuevos aspectos teórico-metodológicos.

Este texto se compone de dos partes: La primera, América Colonial: Caribe, Perú y Brasil, reúne tres artículos de los autores Yobenj Aucardo Chicangana Bayona, Ana Raquel Portugal y Ronaldo Vaifas-estos dos últimos historiadores del Brasil-, quienes escriben sobre las ilustraciones de las cartas atribuidas a Américo Vespucio, los ayllus en las crónicas quinientistas

del Perú y la diáspora judía entre Ámsterdam y Brasil durante los siglos XVI y XVII. La segunda parte, El Nuevo Reino de Granada, realiza un recorrido por la historia colonial colombiana a través de diferentes estudios de caso que discurren entre los siglos XVI y XVIII. Son 10 los artículos que estructuran esta parte y los que a su vez se subdividen en cuatro secciones.

En primer lugar, Región, etnia y alimentación por Gregorio Saldarriaga y Hugues R. Sánchez aborda tanto la alimentación y la subvaloración de la tierra como la esclavitud en el territorio que comprendía las gobernaciones de Santa Marta y Cartagena. En segundo lugar, Elites y sistemas productivos, en la que se retoman estudios tradicionales sobre el estanco de aguardiente, los sistemas productivos llaneros y la esclavitud en el oriente neogranadino, escritos por Hernán Clavijo, Publio Pérez Ángel y Yoer Javier Castaño Pareja. En tercer lugar, Escritura y visualidad articulada por los escritos de Martha Fajardo de Rueda y Jaime Humberto Borja, historiadores preocupados por reflexionar acerca de la influencia de las teorías de Joaquín de Fiore en la iconografía neogranadina y la pertenencia de la hagiografía o vidas ejemplares al género historiográfico. Por último y en cuarto lugar, Ciudades, villas y cárceles está conformada por los artículos de Paolo Vignolo, Edgardo Pérez Morales y Luis Miguel Córdoba, en los que tratan temas tan variados como son el rescate de la memoria de Santa Marta la Antigua del Darién, que muestra aspectos de la vida material en el sociedad urbana colonial y las visiones que sobre el Imperio Español expusieron Antonio Fernández y Diego Calderón Salgado durante su presidio en Cartagena.

Después de haber analizado la estructura del texto Historia, cultura y sociedad colonial, a continuación me detendré en algunos de los ensayos que desde mi punto de vista representan una novedad y realizan un aporte considerable a nuestro campo historiográfico. Así, observamos el texto de Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona “El buen salvaje y el antropófago. La representación del indio en las primeras ediciones ilustradas de las cartas de Américo Vespucio (1505- 1509)”, donde se realiza un análisis sobre los primeros grabados de los habitantes del Nuevo Mundo que ilustraron las cartas atribuidas a Américo Vespucio, para lo cual, Chingana-Bayona se centra en la representación que elaboró Johan Froschaver de los indios del Brasil, en la que Froschaver expone imágenes que muestran partes humanas colgadas y un grupo de indios practicando el canibalismo. El autor del “Buen Salvaje...” parte del hecho de que Froschaver nunca estuvo en América y, por tanto, que esta ilustración debe ser estudiada desde las mismas fuentes que la inspiraron, es decir, la iconografía del Paraíso, los hombres salvajes de los bosques; y en los relatos sobre los pueblos de tierras lánguidas, monstruosas y seres prodigiosos

que circularon entre los siglos XIV y XV. Teniendo, además, en cuenta, que los artistas y algunos editores durante el siglo XVI retomaban estas imágenes como punto de partida para elaborar sus grabados, debido a la dificultad de partir completamente de cero y de crear representaciones nuevas (p. 25).

Así como Chicangana-Bayona lo destaca, es claro que estas ilustraciones crearon una imagen del Nuevo Mundo, en donde convivían visiones completamente opuestas: por un lado, lo cotidiano y lo familiar de los pueblos considerados “exóticos” y del otro, el estereotipo de hombres salvajes, maléficos y feroces. Generando una imagen negativa de estos habitantes que, posteriormente, fueron las bases de los grabados que sobre el canibalismo del indio realizaron Waldseemuller, Fries, Holbein y Munster. Estos artistas que retomaron elementos básicos: las mesas de sacrificio, el hacha y los cuerpos de las víctimas, e introdujeron nuevos detalles al festín antropofágico (p. 43). El autor concluye su trabajo planteando que los indígenas representados en los grabados significan la interpretación que en el interior de la cultura europea occidental se hizo del indio -el otro- a partir de sus propios cánones y convenciones. Y es precisamente aquí en donde se puede observar el principal aporte de esta investigación; en el estudio que realiza el autor de las estampas que ilustraron las cartas de Vespucio como testimonio de un encuentro cultural y las respuestas dadas a dicho encuentro por los miembros de la sociedad europea del siglo XVI3.

Igualmente, el artículo de Gregorio Saldarriaga “Subvaloración de la tierra y de su alimentación” proporciona otra mirada a las investigaciones que se preocupan por indagar los conflictos surgidos en medio del intento por someter a los colonizados a las políticas de la Corona Española, a través del estudio de dos aspectos fundamentalmente. El autor centra su análisis en la alimentación, el uso y la apropiación de la tierra. En la primera parte del texto muestra la reacción negativa que se produjo frente a los alimentos americanos por parte de los españoles, quienes consideraban que la comida aborigen del Nuevo Reino de Granada y Popayán no nutría, mientras que la europea sí lo hacía. La base de esta inconformidad respondería a la falta de sustancia de los productos americanos y, por ende, a la incapacidad para mantenerse con base en ellos, debido al apego a la tierra y su constante comparación con Europa. Saldarriaga plantea que al tener “negada la vía activa para la identificación alimentaría (el consumo a la española), lo hacían por medio de vías de negación (la diatriba contra la comida aborigen) que los acercaba a la civilización a través del rechazo a lo salvaje” (p. 109).

En la segunda parte del mismo artículo se examina el cambio que se dio en la percepción de los alimentos a partir de 1680. En este momento fueron aprovechados los productos de la tierra americanos que satisfacían las necesidades básicas de la comunidad, debido a las problemáticas económicas que se vivieron en estos territorios y que imposibilitaban la adquisición de productos de lujo en grandes cantidades. Así, el autor resalta el proceso de adaptación y apropiación de los alimentos, que si bien no rompía el proceso completamente con la dicotomía entre lo salvaje (americano) y lo civilizado (europeo), si posibilitaba el reconocimiento de la comida americana como parte del sistema cultural español, principalmente cuando la tierra reproducía aquellos patrones de cultivo europeos. Para finalizar el autor establece que la comida no debe ser pensada sólo desde el ámbito de los españoles o de los indios, sino como un producto nacido de la experiencia colonial, en un espacio de integración y adaptabilidad de ambos grupos.

El ensayo de Marta Fajardo de Rueda, “El pensamiento de Joaquín de Fiore en la formación de la iconografía temprana de la Nueva Granada”, invita a una relectura de la iconografía religiosa del siglo XVII, al analizar la influencia del abad-profeta Joaquín de Fiore en dichas representaciones. Fiore fue uno de los interpretes y difusores de la corriente milenarista, que estableció una interpretación del Apocalipsis “en la cual no sólo aseguraba la segunda venida del Redentor, sino que dividía la historia de la humanidad en tres épocas: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo” (p.272), contribuyendo a generar el concepto de mejoría gradual de la humanidad. Esta utopía fue difundida especialmente por las comunidades religiosas de franciscanos, dominicos y jesuitas, las cuales según algunas interpretaciones estuvieron presentes en sus profecías. Fajardo de Rueda demuestra, retomando otras investigaciones, que estas órdenes religiosas se referían a Joaquín de Fiore como su profeta, lo que generó un conjunto de representaciones pictóricas con base en este pensamiento.

Para indagar la presencia de dicho profeta en la iconografía neogranadina, la autora selecciona algunas pinturas que hacen parte de la colección del Museo de Arte Colonial de Bogotá y que fueron encargadas al pintor santafereño Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos para el convento de Santo Domingo Guzmán en Bogotá. Entre las obras analizadas se destaca el Retrato de Vásquez en la puerta del convento de Santo Domingo, que en realidad representa los retratos de los santos Domingo y Francisco que el abad Joaquín dejó pintadas en Venecia, en la iglesia de San Marcos. La explicación continúa con la pintura del Nacimiento del Niño Domingo, también relacionada con este abad, quien indicó que Francisco y Domingo estarían predestinados a su misión evangelizadora y que ésta se conformaría desde su nacimiento (p.283). Asimismo, se estudian las obras San Francisco de Verona e Isabel Flores de Lima, conocida como Santa Rosa de Lima, desde esta misma corriente.

Por último, quiero destacar la investigación de Paolo Vignolo “Santa María la Antigua del Darién. ¿De lugar de olvido a lugar de la memoria?, un interesante ensayo que parte del trabajo de campo realizado por un grupo de investigación de la Universidad Nacional de Colombia- Sede Bogotá en el territorio que durante el siglo XVI comprendía Santa María la Antigua del Darién, con el objetivo de conocer la ubicación exacta de la ciudad, su extensión, la disposición del espacio y el reconocimiento de zonas periféricas y enclaves periurbanos (p. 322). Estos son aspectos esenciales, como bien lo sugiere el autor, para entender los modelos políticomilitares y las pautas socioeconómicas que constituyeron el primer laboratorio de la Conquista y la colonización del Continente, que no son visibles en el material que un historiador se encuentra en los archivos y bibliotecas del país, ya que es necesario complementar tal información con la ayuda de otras disciplinas afines: la arqueología, la antropología y la geografía.

Vignolo y sus estudiantes, a partir de este objetivo, se desplazan a esta zona y descubren que no existe ningún lugar arqueológico e histórico, sino una sociedad marcada por la violencia, dominada por grupos armados ilegales e identificada por ser un territorio de frontera con problemáticas tan difíciles como son el contrabando y el desplazamiento. Dichos elementos ocasionaron que el proyecto tomará otro rumbo y se enfocará en proporcionar estrategias de desarrollo sociocultural para la región, que permitan “convertir el lugar de abandono y olvido, en un lugar de memoria” (p. 329). Esta parte es la que más llama la atención del ensayo, en la cual el autor establece la necesidad de realizar un trabajo que involucre a toda la comunidad para rescatar la zona como patrimonio cultural, partiendo del reconocimiento del medio por parte de sus mismos integrantes, de la elaboración participativa de una cartilla sobre la conquista, trabajos de campo y pasantías, y, además, de la creación de exposiciones museográficas y de un cineforum itinerante. Es así como el texto reflexiona desde el interior del quehacer académico sobre el compromiso que tiene la historia con su sociedad, de la importancia de generar conocimiento y de transmitirlo, de establecer espacios de debate y de diálogo para construir proyectos patrimoniales que custodien la memoria de este colectivo social.

De tal manera, las propuestas reunidas en esta compilación aluden básicamente a nuevos temas, problemas y perspectivas en el campo de la historia colonial, que permiten hacer un balance sobre las investigaciones que en la actualidad se están desarrollando en el país. Un esfuerzo por reunir 13 ensayos que merecen ser leídos, discutidos y analizados de manera crítica.

Citas:

1. Debido a la amplitud de trabajos sólo mencionaré algunos de los más representativos: Hermes Tovar Pinzón, La formación social chibcha (Bogotá: Ediciones CIEC, 1980); Martha Herrera Ángel, Poder local, población y ordenamiento territorial en la Nueva Granada, Siglo XVIII (Bogotá: Archivo General de la Nación, 1996); Carl Langebaek, Mercados, poblamiento e integración étnica en el siglo XVI (Bogotá: Banco de la República, 1987); Armando Martínez Garnica, La legitimidad y proyectos políticos en los orígenes del gobierno del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Banco de la República, 1992); Mario

Bernal Romero, Fray Luís de los Barrios y la evangelización del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1960); María Cristina Navarrete, Historia social del negro en la Colonia, Cartagena, Siglo XVII (Cali: Universidad del Valle, 1995); Germán Colmenares, Historia Social y Económica de Colombia (Bogotá: La Carreta, 1979); John Leddy Phelan, El pueblo y el Rey. La Revolución comunera en Colombia. 1781 (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1980); Anthony McFarlane,

Colombia antes de la Independencia. Economía, sociedad y política bajo el dominio Borbón (Bogotá: Banco de la República - El Áncora Editores, 1997); Pablo Rodríguez, Sentimientos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Ed. Ariel, 1997).

2. Interesantes reflexiones sobre este punto se encuentran en Bernardo Tovar Zambrano, comp., Historia al final de milenio. Ensayos de historiográfica colombiana y latinoamericana, Vol. I (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1994); Francisco Leal y Germán Buitrago, eds., Discurso y razón. Una historia de las ciencias sociales en Colombia (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 2000); Adriana Maya

Restrepo y Diana Bonnett Vélez (comps.), Balance y desafío de la historia de Colombia al inicio del siglo XX. Homenaje a Jaime Jaramillo Uribe (Bogotá: Universidad de los Andes, 2003); Renzo Bacca comp., Historia local: experiencias, métodos y enfoques (Medellín: La Carreta, 2005); Renán Silva, La sombra de Clío (Medellín: La Carreta Histórica, 2007).

3. Al respecto se puede consultar: Meter Burke, “Estereotipos de los otros”, en Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico (Barcelona: Crítica, 2005).

Historia Crítica No. 37, Bogotá, enero-abril 2009, 252 pp.

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