LA INFLUENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN EL EJÉRCITO COLOMBIANO, 1951-1959.
RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, SAÚL MAURICIO.
LA CARRETA EDITORES (2006). MEDELLÍN:
Hay que celebrar que los analistas sociales, en particular los historiadores, se ocupen de investigar los asuntos internos de los militares, ya que el tema es casi desconocido en el mundo académico. Este libro hace parte de las investigaciones que sobre el tema se adelantan últimamente. Esta línea de investigación, argumenta el autor, fue sugerida por Medófilo Medina, quien en 1994 señalaba que los historiadores se centraban en el estudio de la relación entre las fuerzas armadas y el Estado, dejando de lado los problemas de la institución castrense; sugería, entonces, darle prelación al estudio de la infraestructura técnica, la capacidad operativa, la industria militar, los desarrollos y características propias de las fuerzas armadas. Así mismo, nos recuerda el autor, que Adolfo Atehortúa indicaba hace un par de años que el interés por los problemas internos de las fuerzas armadas en Colombia había sido poco preferido por los académicos e insinuaba la necesidad de abordar estos temas.
No tengo duda de que esta temática sea importante y necesaria de investigar, lo que no implica que deba dársele prelación y menos sustituir a los estudios que ubican a los militares y sus instituciones en contextos políticos y sociales, en particular en su relación con el Estado. Si se sustituyen estos estudios, o incluso si hay tal prelación, se puede caer en el olvido de que los militares hacen parte de la esencia del desarrollo del Estado en los últimos siglos, mediante el ideal de lograr el monopolio legítimo del uso de la fuerza, como definió Max Weber al Estado moderno hace un siglo. Si no se tiene este marco como referente permanente en un contexto social determinado, no será posible lograr explicaciones plausibles de los asuntos militares internos, cualesquiera que ellos sean. Saúl aborda este contexto sociopolítico, más que todo porque el tema central lo induce a ello. Sin embargo, al no tener en mente, a lo largo de todo el trabajo, los contextos político y social como común denominador, el libro pierde vuelo en el análisis, lo que no demerita en manera alguna el trabajo de investigación que hizo.
El período escogido por el autor (1951 a 1959) es un acierto, si se tiene en cuenta el tema de la investigación. Durante esos años se consolida la influencia estadounidense en el Ejército, lo que no es poco sabiendo que esta fuerza militar, además de contar con la mayor parte de los efectivos castrenses, siempre ha dominado la escena de la política militar frente a las otras fuerzas: la Armada y la Fuerza Aérea. No obstante, hubiera sido más acertado que el autor tuviera en cuenta algunas situaciones militares destacadas que acontecieron luego del período del estudio, ya que su referencia le habría servido para calibrar la importancia de los sucesos ocurridos durante el período investigado. No se trata de extender el trabajo, sino de que en la amplia revisión de fuentes del libro están consignados hechos destacados posteriores al período de su investigación, que al tenerlos en mente le hubieran permitido afinar la jerarquía en importancia de factores consignados en el período estudiado. Esta consideración hace parte de la simple y bien conocida definición de la historia: mirar el pasado con los ojos del presente, lo cual es fundamental para trascender el recuento y profundizar en la explicación, que es el objetivo central de cualquier ciencia social.
Además del período escogido, otro punto positivo del trabajo es la riqueza de las fuentes utilizadas, tanto de orden primario como secundario. En este sentido, cumple bien con una de las exigencias de la historia, que es más rigurosa en este aspecto que otras ciencias sociales. Sin embargo, en el manejo de fuentes secundarias que van hasta la actualidad, en especial cuando presentan conclusiones parciales o generalizaciones importantes que han hecho carrera, al investigador le conviene indagar cronológicamente la fuente que les dio origen, con el fin de dar los créditos de manera justa y no asignarlos a quienes han tomado más tarde ideas o conclusiones ya conocidas. Cuando se tiene una gama amplia de fuentes, como es el caso de las que se citan en libro, es posible lograr ese justo y adecuado reconocimiento, si se han revisado bien las fuentes secundarias.
Sin desconocer la importancia del aporte del autor a la difusión de asuntos internos del Ejército en la opinión pública letrada, se observa un tratamiento poco discriminado en términos analíticos de fenómenos de acuerdo con su naturaleza: política, social, económica o técnica. Ello se aprecia en especial en las implicaciones que tienen las relaciones que se establecen entre fenómenos de distinta naturaleza. Al respecto, es necesario recordar la importancia que tiene para el análisis el recurso de la abstracción, es decir, la necesidad de aislar factores que se encuentran entremezclados en la realidad que se observa, con el fin de apreciar mejor la esencia de sus cambios. Pero es necesario, también, que a partir de esta identificación de los fenómenos según su naturaleza, se establezcan luego sus múltiples relaciones, seleccionando para el análisis las que tienen mayor importancia para el objetivo de la explicación que se busca y descartando muchas otras de menor incidencia.
El Capítulo I, "La política exterior militar colombiana en los años cincuenta", muestra de manera acertada la intermitencia que ha tenido la política exterior del país y la aparente contradicción con la continuidad de esta política con respecto a Estados Unidos, incluso en el campo militar. La posición hegemónica de esta potencia en el continente, como caso único en el contexto mundial, explica gran parte de esa continuidad, que no ha sido una política de Estado. Los hechos que destaca el libro en los años cincuenta, y que ayudan a explicar la participación de Colombia en la guerra de Corea y la vigilancia del Canal de Suez, fueron el haber sido miembro fundador de Naciones Unidas y participar en el Consejo de Seguridad de esta organización y en otras de orden multilateral. Un factor adicional fue, como lo indica el autor, el anticomunismo radical de los gobiernos colombianos, que coincidió con el comienzo de la guerra fría, aunque entre los militares esta ideología no fuera aún visible.
Esta importante percepción ideológica está consignada de primera mano en mis primeras publicaciones, ya que tuve la suerte de vivir una experiencia militar directa que fue útil para calibrar la importancia de los acontecimientos castrenses, no sólo en el campo militar sino también en el conjunto de la sociedad. Aun con un conocimiento profundo de los asuntos internos del Ejército, en mi transcurrir investigativo opté por darle prelación al contexto político y social de las instituciones militares y usar como supuestos permanentes tales asuntos, con el fin de tener mayor precisión en las generalizaciones y comprender la dimensión política en países que como Colombia nunca han gozado del monopolio legítimo de la fuerza y han vivido buena parte del tiempo republicano con conflictos armados internos.
El Capítulo II, "Un caso de modernización dependiente: el Ejército de Colombia y el modelo militar estadounidense", muestra la tardía modernización militar en el área latinoamericana, como lo señalé en publicación pionera sobre el tema hace casi cuatro décadas. Aunque esa modernización tuvo el sello inicial prusiano de manera indirecta a través de una misión chilena, hubo influencias de otras latitudes. Pero no fue sino hasta los años cuarenta que comenzó la influencia militar gringa. Este hecho explica parte de la organización híbrida que tiene el Ejército, como es el caso de la existencia de brigadas en lugar de regimientos, como lo afirma el autor. Un aspecto en el que habría que hacer mayor énfasis es en la influencia castrense estadounidense que proporcionó la participación en la Guerra de Corea. Más que aspectos formales, los oficiales veteranos de Corea que prolongaron su carrera fueron los difusores no tanto de "la amistad con Estados Unidos", como de la importancia ideológica de una profesionalización militar. El prestigio e influencia de tal oficialidad se extendió hasta los años 70. Merece atención especial la importancia del discurso del presidente electo Lleras Camargo en el Teatro Patria, en 1957, pues su influencia ha sido trascendental en términos negativos, como lo indiqué también hace varias décadas. Si bien se entiende el tono del discurso dada la necesidad de mostrar a los militares en plena transición de la Junta Militar el deber de no interferir en la política—copada en esa época por el bipartidismo—, su contrapartida se convirtió en dogma: la no ingerencia civil en los asuntos militares. La irresponsabilidad de la clase política al no asumir luego la dirección de la política militar y la consecuente autonomía castrense en el manejo del orden público han sido la constante en casi todos los gobiernos desde ese momento, con las desastrosas consecuencias que hoy padecemos.
El Capítulo III, "La adscripción del Ejército colombiano al modelo militar estadounidense sobre el terreno", presenta dos ejemplos emblemáticos: la creación de la Escuela de Lanceros y del primer batallón de policía militar. Pero, con estos acertados ejemplos, el autor se queda corto frente a sus implicaciones en el contexto político y social en que se dieron. La creación de la Escuela de Lanceros fue muy particular, mas no así la de la policía militar, pues este cuerpo es común con sus funciones de policía en la mayoría de los ejércitos. Por otra parte, si bien es cierto que el entrenamiento antiguerrillero fue exclusivo en los primeros años de esa institución, sus prácticas se replican ahora en muchas unidades militares.
En la parte final del Capítulo III, el autor muestra la influencia militar indirecta que representó la Revista Militar, que sirvió de difusión de escritos castrenses estadounidenses, junto con el uso de reglamentos militares gringos que llenaron un vacío en el contexto del país. Es importante añadir que esta semilla intelectual dio frutos posteriores gracias a la experiencia en la Guerra de Corea, puesto que estimuló la elaboración de reglamentos propios y la importante decisión del general Ruíz Novoa, como comandante del Ejército, de crear lo que llamó la Biblioteca del Ejército, que ha sido uno de los mayores esfuerzos de formación intelectual militar.
Un comentario final sobre el último párrafo de las conclusiones del libro. Pese a las enseñanzas militares de Estados Unidos y a la mejora en la organización del Ejército colombiano, como afirma el autor, la irresponsabilidad política de la clase dirigente, la inercia de la autonomía militar derivada del discurso del presidente Lleras Camargo y la incapacidad de los altos mandos por asimilar la experiencia de la lucha antisubversiva, llevaron al crecimiento y complejidad del conflicto armado que tenemos hoy. Pero, de nuevo, la asesoría y la ayuda militar estadounidense, esta vez mediada por la presión política de ese país, sirvieron para cambiar el dispositivo militar a partir de 1998 a favor de la lucha antiguerrillera. No obstante, la falta de visión política del gobierno actual ha desperdiciado esta herramienta represiva renovada, al dar prioridad a la fuerza sobre la política en la concepción de la seguridad.
Reseña Presentada por el autor Francisco Leal Buitrago, Sociólogo, fundador de la Revista. Actualmente es Profesor Honorario de las universidades Nacional de Colombia y Los Andes
Revista Estudios sociales Nº 25, Diciembre de 2006. pp. 123-124. Universidad de los Andes
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