Medellín: La Carreta Editores, 2006.191 páginas.
Fernán gonzález es un reconocido estudioso de la historia política colombiana del siglo XIX. Su obra, enfocada de manera principal al examen de temas como la construcción del Estado, las relaciones entre éste y la Iglesia, las sociabilidades políticas y las guerras civiles, ofrece una rica, original y detallada visión de este periodo.
El propósito de González en este nuevo libro es el de volver a la pregunta por el sentido político de las guerras civiles. No se trata de una pregunta nueva, y así lo reconoce el autor, pero sí constituye un llamado de atención a favor de una dimensión que parece haber sido dejada de lado por muchos analistas de la política en el siglo XIX. El texto es un intento de ruptura con aquella mirada simplista que, según el autor, subyace a la mayoría de los estudios sobre el tema de las guerras civiles y que, a su juicio, pasa por alto la complejidad de estos episodios como manifestaciones de problemas locales, regionales y nacionales, en los que se articulan conflictos que no siempre son estrictamente políticos (pp. 7-8).
Las premisas centrales del análisis de Fernán González en este libro son las siguientes: la primera, la más general, sostiene que las guerras civiles nacionales que tuvieron lugar durante el siglo XIX deben entenderse en función de su inserción en una intrincada serie de problemas regionales, subregionales y locales. Esta afirmación conduce a centrar la atención en aquellos conflictos que se tejen en las regiones, sobre la base de una concepción de la región en la que ésta se asume como un espacio socialmente construido a través de la historia, en el que se desarrolla una sociedad relativamente estructurada y diferenciada, con sus propios actores, su propia identidad y, sobre todo, con sus propias redes de poder (p. 66).
Las demás premisas se derivan de estas consideraciones y señalan, por un lado, que las llamadas problemáticas regionales no remiten únicamente a conflictos políticos, sino también a conflictos económicos, sociales -y al menos durante cierto momento- étnicos; y, por otro lado, que las guerras civiles, con sus enfrentamientos, alianzas y polarizaciones, juegan un papel fundamental en la consolidación de la región como construcción social, pues definen actores sociales y políticos, configuran redes de poder y contribuyen a la configuración de imaginarios políticos y referentes identitarios.
La mayor parte de los problemas estudiados por González está recogida en estos planteamientos, y su examen sigue un hilo conductor que hace referencia permanente a los modelos y procesos de construcción del Estado nacional. Así, y sobre la base de varios estudios de historia regional, los problemas tratados se presentan como condicionantes de una constitución del Estado que difiere de los modelos con los que habitualmente se estudia este proceso, que hablan de un Estado nación unificado institucional y simbólicamente, el cual se consolida como una "comunidad imaginada", tal y como lo expresa el conocido modelo de Benedict Anderson, uno de los principales referentes analíticos del autor.
Desde este punto de vista, González se propone argumentar por qué Colombia, durante el siglo XIX, no pudo consolidarse como una "comunidad imaginada"; para ello se apoya en la idea de que los principales obstáculos que impidieron la configuración de una nación unificada residen en la particular estructuración social de las regiones (pp. 20-22). Para el autor, tal construcción requiere una integración de territorios y pobladores, una comunidad política que articule los distintos estratos sociales y un sentido de nación común. Bajo esta concepción, las preguntas por la integración, la inclusión y la identificación aparecen como elementos clave del análisis.
El estudio de González se desenvuelve alrededor de tres ejes: la constitución de los partidos políticos tradicionales, las discusiones en torno al papel de la Iglesia en la sociedad, y las guerras civiles. Apoyado en las teorías de Norbert Elias, el autor concibe los partidos políticos como grandes coaliciones nacionales que articulan redes regionales y locales de poder, cuya constitución da cuenta de buena parte de los problemas que impidieron que Colombia se organizara como una nación, entre ellos la imposibilidad del Estado central de regir por encima de las redes de poder en un contexto de profunda fragmentación del poder, leída a través del concepto de "dominación indirecta" de Charles Tilly (p. 21); la dificultad para construir una identidad nacional más allá de la restringida y excluyente identificación regional; los problemas para articular las regiones y sus respectivas élites y una articulación política de la sociedad "desde arriba" que, a la manera de una "inclusión subordinada" -otro de los términos que recorre el libro-, relega la participación política de los sectores populares a mecanismos clientelistas (p. 63).
La discusión sobre el papel de la Iglesia en la sociedad y su relación con el Estado permite llevar el examen de los partidos, y en general del debate político de la época, más lejos de lo que suele ir la mayoría de los trabajos sobre el periodo. Recurriendo a perspectivas y a problemas novedosos y originales, el autor explora las relaciones entre la Iglesia y los partidos políticos a través de circunstancias como la división partidista en torno a la cuestión religiosa y la intervención de la Iglesia en la movilización de ciertos sectores políticos. Estos temas ya han sido tratados por González en lo que constituye uno de sus principales aportes a las ciencias sociales colombianas; así, el presente libro ofrece una visión condensada de su estudio a través de una síntesis de los principales problemas que, en esta materia, han sido de su interés, y que apunta a señalar que el problema religioso del siglo XIX en Colombia es mucho más importante y complejo de lo que muchos analistas parecen creer. En efecto, los argumentos de González indican que la cuestión religiosa constituyó uno de los puntos centrales del debate político del periodo, tan importante como los temas del orden público y la organización política del país. Al tiempo, obligan a matizar la mayor parte de las afirmaciones "clásicas" sobre el papel de la Iglesia en la sociedad, pues rompen con la idea de su movilización unidireccional a favor del partido conservador.
Por último, las guerras civiles se abordan como aquellos contextos que permiten estudiar, de manera más clara, los distintos problemas aquí señalados y las diversas tensiones y conflictos que articularon. El libro muestra cómo las ocho guerras del siglo recogieron, manifestaron y modificaron las distintas problemáticas nacionales y regionales, el curso de las alianzas y coaliciones políticas, el balance de fuerzas entre las redes de poder, la conformación de los partidos y la configuración de identidades e imaginarios políticos. Estas problemáticas se examinan sobre una narración de las guerras civiles que trata cada confrontación como parte de un conjunto de conflictos desarrollados alrededor de unos "temas" generales que permiten al autor delimitar un criterio de clasificación de las guerras bajo tres grandes grupos: uno que abarca las tres primeras contiendas -Los Supremos (1839-1841), 1851 y 1854-, concebidas como conflictos alrededor de la definición del sujeto político; otro que comprende las guerras que representaron el auge, la crisis y la caída del sistema federal -1860, 1876 y 1885-, vistas como confrontaciones en torno a la definición del régimen político; y un último grupo que reúne las dos últimas guerras del siglo -1895 y Mil Días (1899-1902)-, trabadas en torno a una problemática de inclusión política que recuerda el "tema" central de las contiendas del primero (pp. 23-24). El hecho de que el siglo XIX colombiano se abra y se cierre con dos grupos de guerras libradas en torno a la pregunta de quién puede participar en la vida política, constituye un llamado de atención sobre la importancia del problema de la inclusión en el debate político del periodo.
Esta organización de las guerras determina la división temática del libro. Tras un primer capítulo que establece las bases analíticas del estudio, en el cual se presentan los principales modelos de la construcción del Estado nación y se sugiere qué luces pueden arrojar sobre el caso colombiano, los tres capítulos restantes están dedicados al abordaje de cada uno de los grupos mencionados, orientado por una lectura particular y apoyado en cuatro preguntas primordiales. Se trata, por un lado, de desarrollar una visión de la historia política colombiana sustentada en una estructura de tres actores, cuyas interacciones dan cuenta de las relaciones entre región y nación en la política colombiana del siglo XIX: un grupo que controla determinado ámbito de poder, otro que se lo disputa y un grupo "nacional", aliado del segundo (pp. 65-66). Esta lectura "tripolar" permite a González descifrar la complejidad regional y subregional que caracterizó a las primeras guerras, así como las intrincadas alianzas que se gestaron en su seno. Se trata, por otro lado, de guiar el análisis a través de una serie de cuestiones que involucran los distintos problemas tratados en el libro: la génesis y el desarrollo de lo que el autor denomina una "estructura de nacionalidad y ciudadanía escindida" (pp. 31-32); las dificultades para el desarrollo de una conciencia de nación común; el proceso de configuración de los partidos políticos como redes de intermediarios con sus respectivas clientelas y, finalmente, el impacto de las guerras civiles sobre el plano institucional y el campo de la construcción identitaria, subjetiva y discursiva de la nación.
El capítulo sobre el primer grupo de guerras posee una notable complejidad, tanto sobre el plano de las fuentes como en relación con los problemas considerados, que involucran conflictos separatistas, rivalidades regionales y locales, luchas por el control de ámbitos de poder, tensiones étnicas y luchas en torno a la movilización de los sectores populares. La Guerra de los Supremos -ampliamente abordada en la obra de González- es presentada como el punto de partida de gran parte de estos conflictos así como de la conformación y diferenciación de los partidos políticos con sus respectivas banderas divisorias. Por su parte, la guerra de 1851 -sobre la que se dice muy poco- es estudiada en relación con su contexto político, marcado por el establecimiento de las primeras reformas liberales y la reacción conservadora a éstas. El capítulo se cierra con el golpe de Meló y la guerra de 1854, episodios examinados a la luz de las complicadas alianzas que allí se produjeron, las identidades y los imaginarios políticos derivados de éstas y las "consecuencias inesperadas" de lo que el autor denomina la "movilización instrumental" de los sectores subalternos (p. 60).
El segundo grupo de guerras -cuyos contextos han sido objeto de muchos de los estudios de González- es abordado en un capítulo que recoge gran parte de los trabajos del autor sobre el periodo de la Federación y que está construido, en parte, sobre la base de un grupo de fuentes muy poco exploradas y cuyo tratamiento constituye uno de los principales aportes del libro: los "documentos clericales", un conjunto de cartas, informes y epistolarios sacerdotales que arrojan muchísimas luces sobre la complejidad del problema religioso durante este periodo. La guerra de 1860 es estudiada con referencia a sus impactos sobre la organización política nacional y el balance de fuerzas en los ámbitos de poder. En este marco se explora una veta ciertamente novedosa, relacionada con la cuestión eclesiástica: las divergencias de los constituyentes de 1863 sobre la tuición de cultos, recogidas en el Informe de la Comisión de Asuntos Eclesiásticos de la Convención de Rionegro. Dichas divergencias sólo son una muestra de un problema sobre el que González llamará la atención a lo largo de este capítulo y del siguiente: el hecho de que tanto los partidos políticos como la jerarquía católica se encontraran profundamente atravesados por divisiones y conflictos. Este problema orienta el estudio sobre la guerra de 1876, en el cual el autor trae a colación una fuente novedosa que enriquece el abordaje de este conflicto y de sus antecedentes: el informe del II Concilio Papal Neogranadino de 1873.
A estas alturas, Partidos, guerras c Iglesia... constituye un estudio sumamente rico en problemáticas, atravesado por un análisis minucioso que permanentemente formula planteamientos y enfoques novedosos. Sin embargo, el examen de los acontecimientos que siguieron a la guerra de 1876, de la rebelión de 1885 y de las confrontaciones de las que se ocupa el último capítulo, se aleja de la mirada detallada de las secciones anteriores. En adelante, el interés de González parece volcarse casi por completo sobre el problema de la construcción del Estado nación, en una reducción de perspectivas que no afecta el tratamiento de temas como el de las divisiones en los partidos y en el clero, o el de la construcción de imaginarios políticos en el marco de las guerras civiles. Los anteriores tópicos, mal que bien, continúan abordándose en las últimas páginas del libro, especialmente en el contexto de la Guerra de los Mil Días, donde el autor suma a las ya conocidas divisiones -"pacifista-belicista" del liberalismo y "nacionalista-histórico" de su contraparte- la división entre el Arzobispado y el bajo clero.
Ciertamente, frente a lo que se ha producido sobre la política de la última década del siglo XIX, la parte final del libro de González plantea muy pocas cosas novedosas. La narración de las confrontaciones está construida sobre una bibliografía reducida, compuesta, en gran medida, por obras bien conocidas que, por momentos, se transfieren casi textualmente. La guerra de 1885 es reconstruida en su mayor parte sobre la base del célebre estudio de Gonzalo España sobre esta confrontación, al que no agrega nada nuevo. Asimismo, la breve guerra de 1895 se estudia con cierta tendencia a reproducir lo poco que al respecto mencionan los analistas de la época. Por último, el relato sobre los Mil Días retoma con singular fidelidad los estudios "clásicos" de Carlos E. Jaramillo y Charles Bergquist, al tiempo que vuelve, de manera casi literal, sobre un artículo de autoría de González publicado para el centenario de la confrontación.*
A pesar de esta reiteración -que, cabe aclarar, no va en desmedro de la calidad del conjunto de la obra- es posible identificar un elemento digno de rescate, que constituye el único aporte novedoso del libro en esta materia: el estudio de la movilización heterogénea del clero durante la guerra, una de las dimensiones sobre las que el autor aborda la complejidad de la cuestión religiosa en el debate político del periodo.
De hecho, es en el tratamiento de este campo donde radica uno de los principales aportes de Partidos, guerras e Iglesia... a la historiografía política colombiana, un libro que cumple con su propósito y supera con creces las típicas miradas simplistas, a las que opone enfoques y problemas poco explorados, al tiempo que brinda los puntos de partida necesarios para estudiarlos más a fondo, ya sea en el mismo contexto o más adelante, Un buen ejemplo lo constituye la formación del imaginario político bipartidista, cuyo análisis podría extenderse a las décadas de 1930 y 1950 e iluminar la lectura de las distintas hipótesis que circulan a propósito del imaginario político de la Violencia -especialmente aquella de Daniel Pécaut que entiende la afiliación popular a los partidos políticos tradicionales como una identificación con dos "subculturas políticas" contrapuestas.*
El valor del nuevo libro de González, sin embargo, no se reduce a lo novedoso y original de sus aportes. Al tratarse de un estudio que, así como recoge los principales problemas tratados durante su carrera, los extiende a contextos relativamente poco explorados por el autor, Partidos, guerras e Iglesia... ocupa un lugar muy importante en el conjunto de su obra. Ya sea como síntesis de más de tres décadas de labor, o como trabajo investigativo de especial calidad, este libro merece un lugar reconocido dentro de la bibliografía sobre las guerras civiles y la política colombiana del siglo XIX.
ADRIÁN ÁLZATE GARCÍA
Universidad del Valle
aalzateg@gmail.com
*Cfr. Fernán González, "De la guerra regular de los generales-caballeros a la guerra popular de los guerrilleros", Memoria de un país en guerra: I os Mil Días; 1899 -191)2, eds. Gonzalo Sánchez y Mario Aguilera (Bogóla: Pianola/ ihpri, iooi).
Reseña publicada por la Revista Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura (Santafé de Bogotá). Bajo la categoría Reseñas. No. 34, Ene.-Dic. 2007. pp. 508-513
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